La aparición de DeepSeek ha tenido un efecto dramático en el panorama mundial de la inteligencia artificial (IA). Esta alternativa china a ChatGPT, creada por unos cuantos miles de millones menos, no ha terminado de derramar tinta, al igual que la IA en general. Aunque ha hecho incursiones en muchos campos, la traducción y la intépretación no es una excepción, y las barreras lingüísticas nunca habían parecido tan fáciles de franquear. Sin embargo, tras esta aparente sencillez se esconden importantes cuestiones éticas y prácticas.
¿Es usted traductor o intérprete profesional, o simplemente un usuario? Aquí tiene 5 consejos que le ayudarán a mantener la cabeza fuera del agua en lo que respecta a la IA.
Todos sabemos que las herramientas de traducción e interpretación basadas en la IA son impresionantes y están en constante evolución, pero siguen siendo herramientas falibles.
Nuestra capacidad de conceptualizar y sentir una amplia gama de emociones nos diferencia. Del mismo modo, los profesionales de la traducción y la interpretación aportan su experiencia única, basada en sus propias sensibilidades y elecciones.
La IA puede ahorrar tiempo en cuestiones lingüísticas sencillas, pero cualquier proyecto exigente merece un traductor o intérprete cualificado.
La IA generativa se basa en algoritmos que han sido «alimentados» con millones de datos para predecir las traducciones más probables.
El primer escollo es obtener resultados que carecen de matices culturales, contextos específicos o sutilezas lingüísticas.
También está surgiendo una nueva paradoja: tras años de absorber los datos humanos disponibles, las IA están captando textos que ellas mismas han generado.
Esto está provocando un empobrecimiento del lenguaje, así como un recrudecimiento de las alucinaciones: respuestas engañosas presentadas como hechos probados. Como observa el investigador Marc Watkins, «hay una nueva “fiebre del oro” por obtener datos de calidad producidos por humanos».
Uno de los riesgos de utilizar la IA en traducciones sensibles es la posibilidad de filtración o explotación.
Algunos editores de IA almacenan información facilitada por los usuarios para mejorar sus modelos. Amazon tuvo que dar instrucciones a sus empleados para que dejaran de revelar información confidencial a ChatGPT.
Por lo tanto, se recomienda encarecidamente comunicar la menor cantidad de información posible a la IA. Sobre todo cuando se trata de traducciones sensibles, médicas o judiciales. En estos casos, utilice plataformas que garanticen la confidencialidad y cifren los datos, o recurra a soluciones alojadas localmente que no requieran la transferencia de información.
Las IA son inherentemente parciales porque sus sistemas se basan en datos existentes que pueden contener sesgos culturales, de género o ideológicos.
La UNESCO señala que, ante la pregunta «¿Quiénes son los grandes personajes históricos?», las IA casi no dan nombres de mujeres, por ejemplo. Por tanto, una traducción automática puede reforzar estereotipos racistas, sexistas u homófobos sin que el usuario sea consciente de ello.
Y lo que es aún más alarmante, si pregunta a DeepSeek sobre los sucesos de la plaza de Tiananmen o las condiciones de trabajo de los uigures, la IA le pide que pase página con un vago «Cambiemos de tema».
Por tanto, es importante mantenerse crítico con los resultados propuestos y no dudar en ajustar las traducciones para que sean lo más inclusivas y respetuosas posible del mensaje original.
A diferencia de las traducciones humanas, que están protegidas por derechos de autor si son originales, las generadas por una IA no se benefician de esta protección: una máquina no es reconocida como autora.
Además, a menudo se recopilan datos sin el consentimiento de los creadores, lo que plantea problemas de licencias y plagio. El famoso New York Time ha presentado una denuncia contra ChatGPT, acusado de «regurgitar» contenidos del periódico.
Aún es posible ponerse en contacto con la mayoría de las plataformas y pedirles que retiren sus textos, aunque tendrá que saber del plagio y poder demostrarlo.
Por último, ¿qué ocurre con la responsabilidad legal? Si una traducción automática provoca errores, o incluso consecuencias graves, ¿de quién es la culpa? De la persona que ha utilizado la herramienta de traducción automática, por supuesto.
El panorama de la IA evoluciona más rápido de lo que se puede escribir, por lo que es importante comprender sus límites, mantener un enfoque ético de su uso y valorar la experiencia humana.
Conferencias y mesas redondas, recomendaciones de la UNESCO, cartas públicas y privadas... hay muchos recursos disponibles para ayudarnos a estar al día de los debates éticos en torno a la IA.