Los primeros intérpretes europeos que recorrieron los grandes espacios de Norteamérica solían proceder de entornos urbanos. Sus orígenes urbanos les expusieron no sólo a los diversos dialectos y lenguas hablados en las ciudades portuarias del norte y oeste de Europa, sino también a una riqueza de experiencias sociales y humanas que los campesinos tenían menos probabilidades de experimentar. De hecho, las vicisitudes de la vida en sociedad les habían preparado bien para las relaciones con los pueblos y naciones con los que iban a codearse y en los que luego se integraron.
Por otra parte, los campesinos que desembarcaban en la Isla de la Tortuga solían estar menos acostumbrados a negociar entre las costumbres y lenguas de los habitantes de este sorprendente continente, ya que no se les había permitido romper con el yugo feudal y comunitarista de la vida en el campo.
Además de sus conocimientos lingüísticos y su formación, los intérpretes se basan ante todo en su experiencia vital para leer el texto y, sobre todo, el subtexto del discurso original.